Por principio nos vemos obligados –ya que queremos ser más amables- a pedir que los otros ciudadanos lo sean también con nosotros. De tal manera que debemos apelar al espíritu cívico para estos menesteres, es decir a la buena convivencia con los otros usuarios y ciudadanos de los espacios públicos donde ejercemos nuestra labor o donde nos atienden. En esta tesitura de buenas prácticas y respeto mutuo, observamos a menudo tales fenómenos:
A] En salones de hoteles o comedores de restaurantes, topamos a veces con parejas o familias que van en compañía de niños pequeños, digamos “algo descontrolados” a nivel de ruido o movimientos bruscos. Somos plenamente conscientes de lo difícil que supone viajar con pequeños y más con unas circunstancias cambiantes para los niños, que a menudo reaccionan de manera desordenada. Pero los demás clientes no tienen porqué sufrir unos chillidos prolongados, o el que al desplazarlos en un cochecito atropellen sin contemplaciones a las demás personas, porque lleven a los pequeños. Tanto la gente mayor como los demás viajeros adultos merecen a su vez su espacio vital/operativo y su tranquilidad, por no hablar del respeto acústico. Por lo cual, esperamos que el confort de terceros también se contemple.
B] Los numerosos artefactos móviles: patinetes, patines, skate-board, bicicletas y otros en las zonas peatonales de las ciudades europeas son ciertamente adecuados a nuestra época, silenciosos y ecológicos… Pero también implican una velocidad y una brusquedad de movimientos que perturba a los peatones obviamente, lo que nos hace sentir más inseguros, como si molestara nuestra presencia, por lenta. ¿Parecemos más pobres o desprovistos por no disponer de semejantes artilugios? No lo creemos. A estos aparatos de ruedecitas no se les pueden imputar estas situaciones, sin embargo sí al uso que se hace de ellos. Y aquí, queridos amables ciudadanos, se requiere la ayuda de la autoridad responsable de la vía pública, la que sea, pero que actúe. Ya que si no gozamos de la generosa aportación cívica de los usuarios de estos medios, la convivencia se habrá de regular. La mirada de la gente mayor, indignada o espantada, nos ha de empujar a ello.
C] Los grafitis, que lejos de connotaciones políticas o criminales en otras épocas o países, inundan nuestras paredes, persianas metálicas, trenes, muros medievales o romanos. Hemos venido sufriendo desde hace años los colores o tipos de letra impuestos vía nocturnidad y falta de respeto hacia la arquitectura o mobiliario urbano que todos sufragamos. Nosotros, lejos de remitirnos a la queja fácil, proponemos humildemente dos soluciones: 1/ que los responsables de estas obras (probablemente reconocidos artistas) en lugares donde estropean otras obras, se encarguen de limpiar los soportes. En su defecto, que las autoridades de medioambiente se encarguen de esta función, imprescindible para la “higiene visual” de nuestras ciudades. 2/ que los propietarios de los edificios o mobiliario público los mantengan o pinten con la frecuencia necesaria, tan a menudo como estas expresiones incívicas lo requieran. Europa, la nuestra, nos agradecerá este alto a tanta anarquía.
D] La foto no es mejor que yo. No teníamos suficiente con el uso indiscriminado de cámaras-teléfono en todos los monumentos del mundo, sino que se añaden los selfie-sticks (tubos telescópicos para móviles) que crean perplejidad por su objetivo de doble vertiente e incomodidad en todo el espacio visitable. Lo cierto es que resulta absurdo tener que justificar que yo como ciudadano viajero tengo los mismos derechos que cualquier otro con cámara?! Por lo tanto, señores/as fotógrafos amateurs: su sentido de la conquista por la imagen, debe de ser un poco refrenada!
E] La cultura viaria es la que “mueve” a un país. Debería de ser un requisito para llevar un vehículo el conocer otras formas de conducir y viajar por otros países manejándolo nosotros. A falta de ello, una experiencia interesante es el dejarse llevar aquí por un conductor extranjero de los países que nos sirven como modelo social o económico. Seríamos entonces conscientes, de que existe una parte de la cultura que es aquella que nos relaciona con los demás, cuando conducimos cualquier tipo de vehículo. Se suele decir que al estar fuera de nuestro territorio o recibir gente extranjera, nos convertimos en “embajadores” de nuestro país. Pues incluso al circular como peatones, la cortesía, la consideración, el respeto o la paciencia seguramente son aliados del entendimiento en clave dinámica. Es curioso el comprobar que todos los códigos de circulación (si, aquello que olvidamos de la autoescuela) europeos son muy similares entre sí. Lo único que varía sustancialmente es su interpretación de norte a sur, de este a oeste. El respeto a las normas, aparte de estar al servicio de la seguridad vial, también es la manera de entender mejor al coche, a la motocicleta o al vehículo pesado que tenemos al lado. Nos permitirán salir, desplazarnos y volver a casa por la noche, con una sensación de comunidad bien avenida, qué menos! Saludos, amigo/a conductor/a!
F] Una Ciudad son sus habitantes. Antes que dejemos que tal afirmación suene únicamente a eslogan político, conviene recordar que antes de la formación de los núcleos urbanos, las personas ya habitaban y se desenvolvían en su entorno, relacionándose entre sí. Si urbanidad significa cortesía, buenos modales, comportamiento respetuoso y buena educación ¿porqué no celebramos los encuentros –aunque sean fugaces- con los otros habitantes de esta urbe como una agradable ocasión para demostrar estas cualidades? El respetar unas mínimas reglas nos conferirá mayor comodidad en nuestra convivencia para con nuestros vecinos y los vecinos de otros barrios. Esto supondrá un buen entrenamiento para afinar nuestra actitud a la hora de tratar con semejantes venidos de otras ciudades o países. Su mirada buscará nuestra sonrisa, con esto y un par de indicaciones diestras y bienintencionadas ¡ya les habremos alegrado el día! ¿No era esto lo que buscábamos al viajar nosotros? Sin olvidar que cuando estas personas abandonen nuestra Barcelona natal, recordarán a ese amable Señor o a esa encantadora Señora que “hacían” nuestra ciudad… De vuelta a su hogar, nuestra amable atención constituirá un recuerdo imborrable. Gracias Papá!
G] ¿Smart city / People city / Friendly city? Acaban de transmitir un programa que exponía los problemas del uso desmedido de los teléfonos inteligentes en nuestro día a día. Ufff…!! de 3 a 5h diarias de quehacer enfrente de la pequeña pantalla!! ¿Cuesta tanto cuestionarse los efectos perniciosos de este apabullante fenómeno? Quién –aparte de las multinacionales publicitarias o empresas fabricantes de terminales- sale ganando? Estas ciudades "hiperconectadas" describen ciudadanos “tomados” por sus móviles o tabletas con la excusa de que son más sostenibles o más “eficientes”. Nos estamos aislando de las otras personas en nuestro entorno relacional. Queremos estar atendidos por máquinas en todo, sin hablar, con el mero tecleo de pantallas de cristal como vehículo. ¿Nos hará más inteligentes, listos? Eso es lo que smart significa. Friendly quiere decir amable, amistoso. Podemos elegir, todavía.